Hasta el metal más noble amarillea, si no fijémonos en el oro, con el tiempo adquiere el color del "oro viejo". La gente joven prefiere la plata, el oro hace de viejo; menos el oro blanco --es el oro de la gente jovial i fresca--¡Compro oro! se tiene que decir con voz de viejo avaro.. Las bodas de plata todavía queda alegre, las de oro te hacen pensar en los dientes y las de diamante ya huelen a carne macilenta; pero el amarillo de la muerte ya empieza a clarear...
El pollo amarillo, tambien se ve como una carne más sabrosa (por madura); el vino como el queso, adquieren tonos dorados cuando envejecen; el otoño; el Barón Dandy... El plàtano tiene mucho alimento para los niños, pero sobre todo para los viejos. Hasta la textura del amarillo leopardo hace de vieja, de vieja un tanto lasciva; la versión femenina del viejo verde debería ser la vieja amarilla. Viejo verde --que no deja de ser un príncipe azul que ha amarilleado--todos damos por hecho que es un término despectivo, pero...¿Y la vieja amarilla?.
Primero: ¿Existe la vieja amarilla? Sin duda. Pero debemos reconocer que es una figura, en términos sociológicos, relativamente nueva; acaba de aterrizar, y parece que bajo esas pieles de pantera esconde una pancarta reivindicativa. Al viejo verde no se le ocurriría abrir la boca, pero a la recién llegada se le permite pavonearse mostrando sus amarillas plumas.
Recuerdo ahora, una entrevista televisada que le hicieron a Federica Montseny, donde --un poco buscándole las cosquillas-- le preguntaban por la relaciones sexuales a su edad. La señora, que ya estaba a vuelta de todo, dió a entender la necesidad, por entonces, de desterrar tabues; pero como observación personal, (solo la hizo ante la insistencia casi burlona del entrevistador) dijo que ella no tenia una vida sexual activa por "cuestión de estètica".
Sexo y belleza en el otoño amarillo, donde los azules no caben sinó como tonalidades esmeraldas (¡cojones con las abuelas!). Desmedida tarea la de amarillas mujeres, que pretenden, hasta la extenuación, gozar de uno y no renunciar a la otra.
Me estaba comiendo un trozo de tarta de queso en el Viena, mi amigo mi pidio probarla. "¿Te gusta o què?" --le pregunté-- "Sabe a pies de vieja" --me respondió con cara de satisfacción.
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